“El Parlamento Europeo quiere medidas que garanticen la durabilidad de los productos”


Este es un titular de la revista Retema que se refiere a un INFORME de la Comisión Europea de Mercado Interior y Protección del Consumidor, relacionado a su vez con el concepto de “Economía Circular.
La Economía Circular es un nombre nuevo para definir la economía respetuosa del medio ambiente. Esta idea data, al menos de 1972 con "Los límites del crecimiento: informe al Club de Roma sobre el predicamento de la Humanidad “. La Economía Circular persigue que los productos duren el mayor tiempo posible[1] y en que durante y al final de su ciclo de vida puedan ser reintroducidos, reutilizados, reciclados, reparados, valorizados.

El medio ambiente y el mercado

El verdadero problema medioambiental es la existencia de 7.500 millones de humanos sobre la tierra cuando en 1950 eran 2.518 millones en unas condiciones y calidad de vida mucho peores. El cambio de la economía “lineal” a la “circular” es muy probablemente imprescindible y una verdadera revolución que cambia casi todos los paradigmas actuales de la empresa, la sociedad y el mercado.
El INFORME de la Comisión Europea me recuerda una frase de “Alicia en el País de las Maravillas”:

“Parecía, sin duda un plan excelente y construido en forma limpia y simple. La única dificultad era que nadie tenía la menor idea de cómo hacerlo progresar”.


El actual sistema de fabricación “lineal” ha llegado a un grado de perfeccionamiento y relación calidad/precio casi insuperable. Gracias a las eficiencias conseguidas, un frigorífico de capacidad inferior a 150 litros y de una sola puerta costaba a finales de los años 60 unos 1000€ actuales. Hoy día con más de 350 litros de capacidad total y con departamento congelador sin escarcha, pocos modelos superan los 400€. Un televisor de 21” que costaba 2.200€ en 1983 hoy día cuesta unos 150€ con la misma duración.
Desde que se popularizó el Informe al Club de Roma, las empresas más importantes empezaron a preocuparse de evitar la contaminación lo más posible evitando descuidos innecesarios. Pronto se vio que en la optimización de los stocks, de los flujos de materiales energía y servicios, del aprovechamiento de los residuos y del reciclaje interno no había mucho más que hacer de lo que ya se estaba haciendo (o se debería estar haciendo) para disminuir el costo de los productos mediante la eficiencia de la producción. Hacia 1995 en los foros en que se estudiaba el tema del respeto del medio ambiente se recomendaba el “hacer uso de las mejores tecnologías disponibles”. Y no siempre está claro cuáles son esas tecnologías. Posteriormente, fueron apareciendo directivas europeas que prohibían el uso de sustancias potencialmente peligrosas[2] y daban directrices para ordenar los procesos de fabricación de los productos y para la gestión del medio ambiente.
Hasta ahora el objeto de las empresas, en cuanto a los productos se refiere, ha sido el de conseguir la mejor relación calidad/precio, ¡y vaya si se ha conseguido! Las disposiciones legales, las tecnologías, el mercado y la competencia han establecido un nivel de calidad, fiabilidad y seguridad casi insuperables con un precio más y más bajo, un diseño cada vez más atractivo y una duración que, en condiciones normales de uso, está en torno a los 10 años.

Las normas y disposiciones legales

Las “Normas Técnicas”existen desde hace casi exactamente 100 años. En septiembre de 1917 se publicaron las primeras normas DIN (Deutsches Institut für Normung ).[3]
Las normas se convierten en legalmente obligatorias cuando se legisla conforme a ellas o se las refiere como obligatorias en disposiciones legales como directivas y reglamentos. Ejemplos paradigmáticos son la “Directiva CE de conformidad” y el “Reglamento Electrotécnico para Baja Tensión”.
Todos los productos fabricados de acuerdo con las normas cumplen con unos niveles mínimos de calidad, fiabilidad, seguridad y duración. Desde hace muchos años un producto que no se fabricara cumpliendo las normas estaría fuera del mercado. Ningún fabricante de prestigio se atrevería a dejar de cumplirlas por honestidad y por el efecto del control de la competencia y de los organismos reguladores en la cifra de ventas. Por tanto, a menos que un producto fuera notablemente superior a los competidores en alguna función, algunas funciones o la duración y así lo explicara el fabricante y lo apreciara el consumidor, diferencias de precio de que superaran el 10% pondrían al producto caro fuera del mercado.

La duración (durabilidad) de los productos  

NO es cierto –como he visto publicado- que un Smartphone dure uno o dos años de media por lo que se refiere al Hardware (que es lo que se puede reparar). Lo que ocurre es que las nuevas versiones de Software y las prestaciones y presentaciones continuamente mejoradas, los convierten rápida e innecesariamente en  anticuados. Las “medidas” a que se refiere el INFORME  de la Comisión Europea para aumentar la duración de los smartphones tendrían que consistir en ralentizar el lanzamiento de nuevos productos, nuevas App’s y nuevas versiones de los sistemas operativos, de acuerdo con determinados criterios a definir. Lo veo difícil y en todo caso serían distorsiones serias del mercado.
Hasta la llegada de los ordenadores personales y las Técnicas de Información y Comunicación a finales del siglo XX, podríamos decir que prácticamente todos los productos del mercado se fabricaban de acuerdo a normas. A partir de aquel momento la rapidez en la evolución de los productos informáticos no pudo ser controlada por unos documentos que –forzosamente- tienen un proceso de elaboración que se mide más en años que en meses. De momento, este es un problema sin solución. En productos para los que no hay normas, son el mercado y la competencia quienes fijan la duración que se puede esperar hasta fin de vida[4].
La afirmación de alguna publicación de que “los ordenadores portátiles, bicicletas, ropa deportiva o artículos de cama  por lo general tienen que ser reemplazados después de tres o cuatro años” es FALSA. Otra cosa es que la gente se canse, le guste cambiar, no use o no mantenga adecuadamente los productos o los compre de marcas no acreditadas.
Etiquetar los productos para indicar su vida útil ya se hace cuando se indica que están construidos de acuerdo con las normas. Es cierto que ese etiquetado no es visible para el usuario normal. Etiquetar claramente sería adecuado si además los productos se utilizaran conforme a las normas, lo que implica un consumidor ideal. Un consumidor descuidado (los cuidadosos son pocos)  o ignorante a quien los productos duraran menos de lo especificado en la etiqueta, sería origen de conflictos frecuentes e innecesarios para los fabricantes y distribuidores. Si hubiera que fabricar los productos a prueba de descuidados o ignorantes (en principio sería posible) los precios del bien se dispararían y el usuario cuidadoso se vería obligado a cambiarlos y sustituirlos por otros mejores y más eficientes mucho antes del final de su vida útil que –para él- fácilmente superaría los veinte años. Hago notar aquí que se está considerando legislar para achatarrar los automóviles con más de diez años y sustituirlos por otros menos contaminantes [5] , lo que también se ha hecho ya para electrodomésticos No cabe duda de que eso es un “castigo” para el consumidor cuidadoso y/o con pocos recursos. En estos casos, la obsolescencia la programa el estado.
Si hablamos de smart phones y productos no normalizados en general, solo  el mercado está fijando la durabilidad.
Habría que aclarar muy bien la diferencia entre “Duración Mínima Garantizada” y la “Obsolescencia programada”.

La reparabilidad, reutilización, reintroducción.

Por el momento el mercado de segunda mano es residual. La diferencia entre un producto nuevo y uno de segunda mano, no obsoleto, muchas veces no supera el 20% y para productos del orden de 500€ el consumidor prefiere pagar 500€ por un producto que probablemente le durará más de 10 años que 400€ por un producto que no sabe lo que le durará después de reparado y para el que quizás no encuentre recambios en un futuro. También depende de la cultura de los países; el mercado del mobiliario de segunda mano es notable en Italia o Alemania; casi nulo en España, también por problemas logísticos.
Actualmente, los fabricantes suministran recambios para aparatos hasta con diez años de antigüedad. Dada la inmensa cantidad de series, versiones y modelos que se han lanzado al mercado fabricar –y sobre todo almacenar- recambios para veinte años o más sería prohibitivo. Ignoro el precio a que resultarían los recambios construidos con una impresora    3-D pero me temo que- después diagnosticar la avería y fabricar y montar el recambio- superarían el precio del aparato nuevo en la actualidad, suponiendo que las características químicas y mecánicas del recambio fueran las mismas.
Hace más de 20 años que los fabricantes investigan en cómo diseñar y fabricar aparatos más fácilmente reparables y reutilizables. Por el momento resultan más caros y no parece que el consumidor prefiera pagar un precio inmediato más alto para tener un aparato reparable en un futuro, cuando quizás ya sea funcionalmente obsoleto. En todo caso, ¿cómo se puede legislar hasta qué punto deberán ser reparables, tipo de aparato por tipo de aparato y modelo por modelo? Muy probablemente cuando el consumidor dice que prefiere reparar el producto a sustituirlo por uno nuevo da por sentado que la reparación tendrá un costo muy inferior al producto nuevo y el nuevo modelo no le dará más satisfacción que el reparado. No suele ser el caso.
En algunas ocasiones la reutilización sería fácil. Por ejemplo, las puertas y contrapuertas de un frigorífico quedan casi nuevas al fin de vida del mismo. Y hay muchas piezas de plástico en ellas que son eviternas. Se trataría de prescribir el lanzamiento de nuevos modelos cada veinte años o más y establecer la logística adecuada y rentable.
En el INFORME de la Comisión Europea se afirma que la Economía Circular crearía 400.000 puestos de trabajo. Es decir, se necesitaría pagar a más personas para construir menos aparatos[6]. Habrá que tener en cuenta también este punto de vista y sus repercusiones. Verificar que ese posible aumento de precios quedara compensado por los ahorros tangibles e intangibles.

La obsolescencia programada

En cuanto a la “Obsolescencia Programada” es un insulto para todos los ingenieros. A lo largo de mis 50 años de experiencia NUNCA he recibido instrucciones para que los aparatos que he contribuido a diseñar y fabricar tuvieran una vida más corta de lo que indicaban las normas. Todo lo contrario. El ejemplo que se cita a menudo como paradigmático de Obsolescencia Programada (la lámpara incandescente de 1000 horas de duración) es una falacia indignante fruto de la ignorancia, la mala fe o ambas que confunde vida mínima garantizada con obsolescencia programada. La afirmación que se oye con frecuencia de que “este aparato le durará menos porque es más moderno” es FALSA. Claro que habrá que esperar años hasta que esta falsedad se pueda verificar. Para no hablar de la relación calidad/precio.

 

Conclusión

La Economía Circular es un enfoque que parece imprescindible para mejorar la situación medioambiental. Significa un cambio total de paradigma de todas las funciones de la empresa y los hábitos del mercado y necesita una aportación decisiva de los poderes públicos y una I+D+i con objetivos en gran parte diferentes. Conviene no tomársela a la ligera y/o mezclarla con la política.
Como anécdota conviene no olvidar que la primera mitad del siglo XX traperos y basureros trabajaban muy activamente  en la Economía Circular.



[1] ¿Qué significa “el mayor tiempo posible”?
[2] Conocidas popularmente como directivas ROHS y WEEE y normas ISO 9000 y 14.000.
[3] “Una norma es un documento técnico de aplicación voluntaria, fruto del consenso, basado en los resultados de la experiencia y del desarrollo tecnológico y aprobado por un organismo de normalización reconocido”
[4] Existen alguna normativa “horizontal” como la “Directiva de Compatibilidad Electromagnética”
[5] En este supuesto se quiere ignorar que achatarrar el vehículo es ya una contaminación. Se pierde toda la energía que fue necesaria para fabricarlo.
[6] Se necesitaría mucho personal solo para el control burocrático.

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